cuando nadie pronunció mi nombre
con todos los sueños creados
como última sed de la roca.
Invocaba oasis, afluentes
de saliva, los últimos labios
antes de escapar a los límites
donde el verso se confunde
con la piel.
Derrotado continué
dejándome arrastrar por la caravana
de mis sentidos.
Así hallé
las piedras necesarias y dibujar
con ellas el cauce de este río
donde enlazo la corriente
de tu voz con las heridas de mi rostro.
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