Lugares Inertes

Se deseca el tiempo

como una mariposa cazada

en plena huida. No hay relojes

que cubran las heridas con silencio.

Se desecan las aceras

y da miedo caminar por aquellas

calles que conocías como el atlas

de tu infancia. Reconoces aún

las fronteras, los puentes y el azul

de los ríos y los mares, la voz de tu abuela

repitiendo la capital de Suecia.

Estocolmo se deseca como un piano

aburrido del mismo Sam, esa ciudad

es el fin de la música, esa ciudad

que no visitaré porque está asediada

por los batallones del Harlem.

El tiempo para ellos es nimio,

como ayer mirando a Juan y José,

José y Juan con un telón de fondo

color naufragio de puerto, marineros

que trajeron esos guerreros negros

a limpiar de tiempo nuestras vidas

que se consumían como aquellos

cigarros mojados, como ese humo

cuando quemamos las vidas de los ausentes.

Quedó una duda. Seguir riendo

recordando al tozudo de aquel burro

que descendió por una alcantarilla

o bramar como herejes ante la tiranía



fuese cual fuese su rostro,

donde habitase, su realidad

o nuestra sequedad. Todo

estaba claro. Ninguno gritó

cuando nos clavaron los alfileres.



Ninguno cuando estábamos vivos

y libres de condena ante el tiempo.



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