La Piel de Odiseo


Y te acomodas -poeta- en tu silla
despachando recuerdos como trámites
apilados en esa mesa blanca
que creías vacía.
                            Cortas nieve
con el proyecto de eregir la casa
de hielo que te apartara del desierto
donde el viento, casi siempre, agrietó
la fina piel en la que postergabas
aquella caricia ausente y profética
que no llegaba, mientras recogías
los retazos para cubrir de nuevo
el esqueleto de tus sueños.
                                           Poeta,
en tu silla firmando los olvidos
recibes el presente de la noche
con su afónico canto de sirena
reclamándote para su deleite
de ojos cerrados e imágenes leves,
y tú te escondes, vacío de viaje,
en aquella escalera de sentencias
que como cíclopes te interrogan por
tu nombre -el que ya no reconoces-
para callar y  memorizar esa
travesía que acaba con la escena
de un poeta recogiendo aquel sudario
que esta misma noche cubre tu cuerpo.


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