Amigo mío,
elude toda vecindad
de aquellos que sólo buscan
la afinidad más grotesca
entre sus rostros
y su reflejo
en el espejo.
A ellos pertenece
el nombre de la mediocridad.
A sus falsas palabras
el impulsor de tus fracasos.
A sus abrazos
la ignominia de los tiempos
que desean para tu recuerdo.
Ellos, avezados de su abyecto
sabor a veneno,
de su deformada imagen
velada en una sonrisa de rencores.
Siempre me inquietas últimamente, querido Vicente. Mas bienvenidas sean siempre tus palabras.
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