Tenemos una incógnita en común

La certeza de andar por un camino
que no era el nuestro, un sendero frágil
donde depositamos los lugares
de nuestra infancia, las fronteras ciegas
reveladas en un mapa de escuela.

Aguardamos una señal vacía
y yo agotado espero un nombre, frío
al menos, donde descanse mi voz
herida del cruel viento de olvido.

No encuentro ya signos en este cielo
nocturno al cual he vendido mi cuerpo
siempre como moneda sin retorno.

Di la respuesta que quieres oír
antes de entregar la debida ofrenda.

Este oráculo es un espejo donde nos retratamos a ciegas.







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