escribo lejos de aquel lugar amado
donde un día bebimos
aire y arena. Lejos
de aquel hogar que yo contemplaba alegre
a través de ti, de tu mirada limpia,
dejándome inundar
por aquellos aromas,
por ese sueño profundo como mar
en calma, limpias tormentas que amábamos
como al mayor de nuestros
escondites, la lluvia,
todo ese ejército cabalgando en el cielo
y despertarnos sin heridas de fatiga.
Ahora, balanceando
los pies, aquí sentado
intento encender un cigarrillo pero
ya el mismo viento no da tregua a esa voz
que no recuerda tuya
en mi boca abierta
a tu memoria, porque ya no resides
como yo lo hice en tu inmadura frente.
No hay lugar en mí
para todo el abismo
que forjamos como un cuento.
Por ello te escribo, con la vaga esperanza
de reunirme con tu rostro sereno
en el momento que mi cuerpo se alce
para contemplar ese océano,
que rompe contra la roca quebrada,
ese horizonte de infinitos grises
y se deslice vacío en aquel precipicio
que un día inventamos juntos como el tobogán
de nuestros juegos.
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Joder, nene, tiene un tono elegíaco que por momentos da yuyu, ¿no?
ResponderEliminarTranquilo, que aún me queda cuerda para rato....
EliminarDebe ser el calor... Pero ha sido uno de esos poemas que merece la pena escribir por la paz que te deja al terminarlo.
ResponderEliminarPor otro lado, un poema muy sincero.
Gracias, maestro, siempre por tus palabras.
¡muy intenso!
ResponderEliminarGracias, anónimo compañero.
EliminarUn poema precioso y profundo.
ResponderEliminarGracias Lola. Salud!
EliminarPrecioso y, a la vez, profundo.
ResponderEliminarPrecioso y, a la vez profundo.
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